Hubo una vez un pobre lobo que se encontraba a punto de morir de hambre. Entonces acudió a Dios y le rogó por comida.
Ya ante Dios, se le presentó muy pobre, pero exageró su pobreza ante El, fingiendo más de lo que era real.
– «Dios, ¡El agraciado!«, dijo el lobo, «Dame algo de comer, o de lo contrario, pereceré por el hambre».
– «¿Y qué quieres de comer?», le preguntó Dios.
– «Dame lo que quieras«.
-«Por allá en la pradera«, le dijo Dios, «pasta la yegua del cura. Ciertamente no vendrá corriendo a ti, pero ve tú, captúrala y cómela«.
El lobo se fue de inmediato, trot, trot, ¡como corría!
Llegó con la yegua y le habló asi: «¡Buena salud para Usted, señora yegua!. Dios me ha dicho que podré comerla«.
-«¿Y qué clase de criatura eres tú, que vas a comerme?»
– «¡Un lobo!», respondió.
– «No. Tu estás mintiendo. ¡Tu eres un perro!».
-«Creame«, le respondió, «¡Soy un lobo!».
– «Bien, ya que eres un lobo y me vas a comer, ¿por dónde comenzarás?«.
– «Por la cabeza», respondió el lobo.
– «Ey, lobito, lobito«, le dijo la yegua, «Si no hay otro remedio que me comas, comienza con la cola. De esa manera, continuaré pastando mientras lo haces y, cuando llegues a la mitad, habré engordado. Entonces tendrás un bocadillo adicional«.
– «¡Asi será!», gritó el lobo, y se dirigió prontamente a comer la cola de la yegua.
No pasó mucho tiempo cuando la yegua sintió una mordida en su cola. Su reflejo fue pegarle una coz al lobo, con tal fuerza que el no supo si aún estaba en este mundo o ya no. Entonces la yegua salió galopando a toda velocidad, dejando al lobo entre una nube de polvo, quien quedó pensativo: «¿Seré un tonto? ¿Seré un loco? ¿Porqué no la tomé por la garganta?».
De nuevo se presentó el lobo ante Dios, y le dijo:
– «¡Mi Dios, Misericordioso! Dame al menos algo de comer, o me hincharé por tanta hambre«.
– «¿Pero la yegua«, respondió Dios, «fue tan pequeña para ti?».
El lobo comenzó a vociferar y lloriquear. «¡Mi piel necesita unos lienzos de tabaco!. No es que no haya tenido un banquete, ¡sino que ella casi aplasta mi cara!«.
-«Bien, siendo así «, le respondió Dios, «Ve a la cañada. Un lindo y gordo carnero está pastando alli». Ve y cómelo«.
El lobo salió corriendo a toda velocidad a la cañada, en donde vio al gordo carnero pastando:
-«¡Buena salud, señor carnero!».
-«Buena salud».
-«Dios me dijo que me lo comeré a Usted».
-«¿Y qué clase de criatura eres tu que vas a comerme?», le respondió el carnero.
– «¡Un lobo!», respondió.
– «No. Tu estás mintiendo. ¡Tu eres un perro!».
-«Creame«, le respondió, «¡Soy un lobo!».
– «Bien, ya que eres un lobo y me vas a comer, ¿por dónde comenzarás?».
– «Con la cabeza«, respondió el lobo, «No hay otro remedio, ¡Asi será Usted mio por completo!»
-«¡Ey, Lobito, lobito!», le dijo el carnero, «Ya que estás tan decidido a comerme, mejor ve a pararte allá al borde de la cañada. Abre la boca y yo llegaré corriendo y me meteré en ella, y así me comerás de un solo bocado«, le continuó diciendo.
Entonces eso hizo el lobo. Salió corriendo y se posó al borde del precipicio, intentando abrir sus fauces lo más posible para que el carnero entrara de un solo en su estómago y tenerlo finalmente lleno.
El carnero, por otro lado, agarró envión retrocediendo un poco, calculando distancia y se abalanzó contra el lobo, dándole un tope tan grande que lo hizo volar por los aires hasta el fondo del precipicio.
Entonces el lobo quedó allí, molido, llorando y lamentando: «¿Seré un tonto? ¿Seré un loco? ¿Quién en esta vida ha escuchado de algo vivo que venga a saltar directo en tus fauces?».
El lobo pensó y pensó. Y no tuvo más remedio que ir a presentarse ante Dios, a quién le dijo entonces: «¡Oh Dios, Todopoderoso!, Dame algo de comer, o si no, pereceré por tanta hambre«.
Dios le dijo: «¡Que comelón eres tu!¿A quién se le ocurre que la comida salte por si misma entre tu boca?. Bien, ¿Qué te puedo decir?. Ve al camino, ahi a un hombre se le ha perdido un gran trozo de salo. No correrá a ningún lado, que sea tuyo.»
El lobo lo escuchó y fue directamente al camino, en donde, efectivamente, encontró un enorme trozo de salo. Pero estaba muy salado, y entonces pensó: «Muy bien, me lo comeré. Pero antes iré a buscar un buen trago de agua, o si no…«.
Entonces fue a un arroyo a beber y, mientras eso hacía, el hombre extrañó su salo perdido y fue a buscarlo. Lo encontró en la mitad del camino, lo recogió y se lo llevó.
El lobo regresó. El salo se había ido.
Entonces se sentó a lamentarse: «¿Seré un tonto? ¿Seré un loco? ¿Quien en este mundo va a beber antes de comer?«.
El lobo pensó y pensó. Y no tuvo más remedio que ir a presentarse ante Dios, a quién le dijo entonces: «¡Oh Dios, Todopoderoso!, ¡El más misericordioso!, Dame algo de comer, aunque sea un poquito, o si no, no viviré mucho tiempo más«.
-«Ya estoy hasta el copete con tu hambre«, le dijo Dios, «¿Que más puedo hacer contigo?. Ve no lejos de la aldea, allí hay un cerdo comiendo; lo puedes comer.»
-«¡Buena salud, señor cerdo!».
-«Buena salud».
-«Dios me dijo que me lo comeré a Usted».
-«¿Y que clase de criatura eres tu que vas a comerme?«, le respondió el cerdo.
– «¡Un lobo!», respondió.
– «No. Tu estás mintiendo. ¡Tu eres un perro!».
-«Creame», le respondió, «¡Soy un lobo!».
-«Y que pasa ahora «, contestó el cerdo, «¿No hay nada mejor para los lobos hoy en día?»
-«¡Nada de nada!».
-«Ya que no hay nada«, le dijo el porcino,, «súbete sobre mi lomo. Te llevaré a la aldea. En mi aldea están ahora reclutando a todo tipo de oficiales; tal vez te contraten, y entonces tendrás todo lo que quieras comer.»
-«¡Asi sea…Llévame!».
El lobo entonces se montó sobre el lomo del cerdo, que se dirigió a la aldea. Poco antes de llegar al poblado, el cerdo comenzó a chillar a todo pulmón, lo que asustó al lobo y le preguntó: «¿Que te pasa?, ¿Porqué gritas asi?».
-«Estoy llamando a los aldeanos«, dijo el cerdo, «¡Asi se apuran a contratarte y puedes comer más rápido!».
Pero la gente salió de sus casas con atizadores, horcas de horno, palas y cualquier cosa que tuviesen a mano. El lobo, asustado y sin aliento de terror, susurró al cerdo: «¿Porqué corren tantas personas?».
-«Porque vienen por ti.«, dijo el cerdo.
La gente lo comenzó a pinchar, golpear y atizar, a tal punto que perdió todo afán por el cerdo. Apenas salió vivo de ésta.
Y de nuevo fue directo ante Dios, y le dijo: «Dios, ¡Magnificencia, el Misericordioso! Dame algo de comer, aunque sea unas migajas, o caeré por tanta hambre que tengo.»
– «Allá abajo camina un sastre«, le dijo Dios.»Simplemente cáele encima, y haz lo mejor con él «.
-«¡Buena salud, señor sastre!».
-«Buena salud».
-«Dios me dijo que me lo comeré a Usted».
-«¿Y que clase de criatura eres tu que vas a comerme?«, le respondió el sastre.
– «¡Un lobo!», respondió.
– «No. Tu estás mintiendo. ¡Tu eres un perro!».
-«Creame«, le respondió, «¡Soy un lobo!».
– «¡Pero qué pequeño eres!«, le dijo el sastre, «Ven aquí, te tomaré medidas».
El sastre tomó la cola de lobo en su mano, y comenzó a tomarle medidas: «Largo: ¡arshin!«, gritó, halandole la cola, «ancho: ¡Arshin!«.
El lobo sabía totalmente que la palabra «Arshin» es una medida que utilizan los sastres, por lo que permaneció aguantando la respiración lo mejor que pudo mientras el sastre le tomaba las medidas.
El hombre continuó midiéndolo y halándole la cola hasta que ésta se le desprendió, quedando en la mano del sastre. Entonces el lobo corrió de dolor, pero esta vez no fue con Dios, sino con otros lobos.
– «¡Lobos!,¡Hermanos!, ¡Que gran calamidad!«.
Todos los lobos salieron corriendo en busca del sastre. Éste los vio y, ¡Problemas! ¿Que hacer ahora?. Frente a él vio un árbol. De un brinco se subió hasta la punta. Los lobos rodearon el árbol y, saltando, mordían el aire intentando agarrar al sastre.
Pero el lobo pensó un mejor plan, y les dijo: «Lobos, amigos. Así no lo alcanzaremos. Mejor subíos en mi lomo, uno por uno, y hacemos una torre que será tan alta y lograremos atrapar al vil sastre«.
Eso hicieron. Subieron uno sobre el otro, ¡qué escalera hicieron!. Entonces el lobo de hasta arriba dijo: «¡Baja de allí, vil sastre!¡Ya te tenemos!¡Ahora te vamos a comer!«.
– «Ah, queridos amigos lobos, ¡tened piedad de mi!, ¡No me comáis!».
– «¡No!» Dijo el lobo de hasta arriba, «¡No hay manera!¡Baja ya!».
– «Bien, espera un poco«, dijo el sastre, «Solamente déjame oler por última vez mi tabaco. Si mi alma va a ir al cielo, quiero que vaya feliz».
Entonces olió el tabaco: «¡HAAACHIS!» , estornudó.
Pero el lobo de hasta abajo, el que no tenía cola, escuchó que el sastre decía «Arshin» y, por el miedo, se le debilitaron las patas, y toda la torre de lobos cayó. ¡Que desastre!. El lobo de abajo salió gritando de allí aterrado, y todos sus hermanos tras él.
El sastre bajó del árbol y agradeció a Dios: «¡Gracias, Dios!. ¡Gracias por no permitir que un alma cristiana cayera ante semejantes bestias!«.
Y fue con seguridad a casa, con su esposa e hijos, y todos comieron Varenyky.